- Área: 108 m²
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Construida en tres meses y montada en tres días, esta vivienda de vacaciones situada en la población gallega de Cedeira, España; representa un buen ejemplo de las múltiples posibilidades que ofrece hoy en día la construcción modular, hasta ahora identificada con las casas de catálogo.
El programa demandado por el cliente, sumado al singular emplazamiento de la vivienda y a las necesidades de modulación y transporte que requiere la construcción prefabricada inspiraron el diseño de la casa proyectada por el joven estudio madrileño MYCC, integrado por Carmiña Casajuana, Beatriz G.Casares y Marcos González.
La vivienda se sitúa en una ladera de pronunciada pendiente, en un emplazamiento remoto, en la esquina noroeste de la península ibérica, dominado por la imponente presencia del océano y los esbeltos bosques de eucaliptos que lo circundan; en un terreno rodeado de campos de labor, explotaciones ganaderas familiares y pequeñas viviendas de cubierta inclinada diseminadas en el entorno. Esta imagen, amparada por la normativa urbanística de la zona, motivó la geometría de la vivienda que, simplificada hasta evocar la casa básica, se concibió como una pieza autónoma colocada como un observador del paisaje y que habla, con nuevos términos, del lenguaje tradicional del lugar.
El volumen se envolvió de dos materiales con la misión de entablar un diálogo con el paisaje. La cubierta y las fachadas laterales se cubrieron con Viroc®, un prefabricado a base de cemento y virutas de madera que, por su color grisáceo, recuerda a la madera de los eucaliptos. Este fibrocemento consigue gran resistencia a pesar de ser ligero y, por tanto, de fácil manejo y transporte. Los dos frentes principales de la casa se revistieron con bandejas de acero corten perforadas según la esquematización de la silueta de un bosque, recreando la imagen de la vegetación circundante. Se eligió este material por su pertenencia a la tradición de los pueblos pesqueros como Cedeira, utilizado para la fabricación de los cascos de los barcos y cuya oxidación progresiva y controlada aporta autoprotección al material. Su pátina y cambios de color proporcionan una imagen viva que se relaciona con el entorno natural. De este juego entre lo natural y lo artificial se aprovechan las estancias interiores, donde la luz que atraviesa estas siluetas dibuja sombras de árboles en las distintas habitaciones.
La condición de vivienda esporádica de vacaciones llevó a un diseño de espacios diáfanos y abiertos al singular paisaje para hacer de éste el protagonista. Los seis módulos que componen la vivienda de aproximadamente 6m de largo por 3m de ancho (máximo ancho razonable para transportar en tráiler) distribuyen el programa de la siguiente manera: el primero alberga el dormitorio, que puede dividirse en dos mediante una persiana oculta en el techo, que hace las veces de tabique cuando se necesitan más estancias. En el segundo se encuentran el baño y la escalera. En el tercero la cocina y en los tres últimos el salón. En la planta superior, bajo los faldones de la cubierta, se sitúa una buhardilla en la que descubrimos un espacio diáfano con doble fachada abierta hacia el mar de suroeste y hacia los bosques de noreste. Es una estancia volcada al salón sin uso determinado, puede servir como dormitorio de invitados, sala de tai-chi o lugar de juegos infantiles.
La casa combina dos sistemas diferentes: construcción prefabricada (2D) para la planta abuhardillada y construcción modular (3D) para la planta baja. Los módulos se fabricaron en las instalaciones que posee la empresa constructora IDM en la población madrileña de Valdemoro. Estos módulos se construyeron con estructura de vigas y pilares de acero galvanizado y con forjados de suelo y techo de chapa colaborante con hormigón armado. Los muros de fachada se formaron por paneles sándwich machihembrados compuestos por dos chapas de aluminio lacado y alma de poliuretano de 80 milímetros de espesor. Sobre varias capas de impermeabilización se colocaron los rastreles sobre los que se atornillaron las fachadas exteriores. Hacia el interior se dejó una cámara de aire ventilada de 20 centímetros para el paso de la estructura y se levantó un trasdosado perimetral de placas de cartón yeso con 46 milímetros de lana de roca. El conjunto resultante es un muro de 30 centímetros de espesor con cámara ventilada de fachada, cámara interior y 12 centímetros de aislamiento total. Después de la prueba de montaje en fábrica de toda la vivienda completa y de comprobar que todo encajaba, el edificio se desmontó en sus diferentes módulos y cerchas para ser embalados y transportados en tráilers a lo largo de 700 kilómetros, desde el punto de fabricación hasta el remoto lugar de la costa donde debía ser instalado. En tan sólo tres días se ensamblaron de nuevo todas las piezas en la parcela de destino y en los quince siguientes se completaron los remates.
El resultado final es un producto de alta calidad, diseñado con unos altos estándares de eficiencia energética y en cuya fabricación se ha contribuido a un equilibrio medioambiental, ya que se controla la generación de residuos y de emisiones contaminantes. La mayor aportación se encuentra en su propia denominación: vivienda que se fabrica, no se construye. Algo que nos lleva a pensar en la eficiente cadena de montaje de una nave industrial, cubierta y controlada, a diferencia de una puesta en obra tradicional a merced de elementos externos que pueden condicionar la construcción. Se puede afirmar que este tipo de fabricación avanza hacia una arquitectura sostenible y responsable en la utilización de los finitos recursos de los que disponemos.