- Año: 2012
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Fotografías:Juan Solano Ojasi
“El trabajo filosófico –como en muchos aspectos sucede en la arquitectura- consiste, fundamentalmente, en trabajar sobre uno mismo. En la propia comprensión. En la manera de ver las cosas”.
Ludwig Wittgenstein
Este
proyecto es un homenaje.
Además de una reflexión en
torno a vernos como arquitectos, al pensar en nosotros, en uno mismo, la
vivienda se muestra así en su desnudez espacial, recoge la austeridad del
material y la pulsión del habitar.
La casa se repliega y se ensimisma sobre su espacio de acogida, el patio se implanta en el acantilado descubriendo su mirada al bosque, desde donde el espacio fluye y se desarrolla en la escalera, en el descenso.
La escalera es el ingreso, pero también ordena la secuencia espacial, se inserta un vacío y un espacio social que le da la escala al bosque, un espacio interior y exterior al mismo tiempo, que se desarrolla de manera frontal y contiene la experiencia del compartir en familia.
La estrategia del proyecto se resuelve a partir de la inserción de vacíos en distintas escalas que acompañan la vivencia cotidiana, como el ocultarse de la inclemencia del desierto generando espacios de sombra, pero siempre acompañados por espacios de luz.
La casa se vive en la luz y en la sombra, las vivencias se desarrollan en dialéctica con el bosque cercano y el mar lejano, así como en las miradas que se descubren a partir de las rendijas de la masa.
Nuestra comprensión de la arquitectura se define en el espacio y en la materia, en este espacio doméstico, cotidiano, placentero; este espacio que nos permite una manera de ver y sentir el habitar en familia. La comprensión de la materia se define en su espacialidad, su austeridad y las texturas que acompañan el devenir de la casa sin perturbar la continuidad de sus superficies.
Es así
que la experiencia de esta casa crece gradualmente, de escena en escena, pues
renuncia a manifestar un concepto simple y autoritario.