La polémica estaba instalada desde la Bienal de Arquitectura del año pasado: el modisto francés Pierre Cardin - junto a su nieto, el arquitecto Rodrigo Basilicati- había decidido “regalar una torre de luz a la ciudad”, un rascacielos de 255 metros de altura y 250.000 metros cuadrados ubicado en Mestre, que vendría siendo el frente continental de Venezia.
Apoyado por el alcalde Giorgio Orsoni - principalmente por los 80 millones de euros que entrarían en las arcas municipales gracias al proyecto-, se esperaba que la construcción estuviese lista el 2015, coincidiendo con la Exposición Universal de Milán.
Finalmente la presión social y de las entidades públicas - a pesar de que el rascacielos no se situaría en la isla, igualmente ponía en riesgo la condición de Patrimonio de la Humanidad de Venecia - fueron más fuertes que la oferta de nuevos empleos, más espacios públicos, oficinas y en fin una mejor calidad de vida que era lo que Cardin promocionaba para su Palacio de la luz.
Basilicati declaró frente a un medio italiano que "La decisión fue inevitable luego de más de dos años desde que presentaos la iniciativa, no pudimos obtener la aprobación formal con las entidades públicas involucradas”