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Arquitectos: Estudio Cano Lasso
- Área: 1195 m²
- Año: 2011
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Fotografías:Pablo Diaz-Fierros
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Nos presentamos a la convocatoria del concurso atraídos por la singularidad y atractivo de Cádiz, de carácter decadente y en cierto modo ciudad olvidada y marginada, pero con una riqueza que trasciende al propio lugar y al tiempo, siendo huella y reflejo de las distintas culturas que a lo largo de los siglos han ido marcando su cautivadora personalidad.
El olvido ha sido su gran aliado y el mar su potente defensa, y así se nos presenta hoy, fiel a su escala, a su color, con infinita variedad de blancos matizados por la luz, y a su textura, como acción poética del tiempo. Exenta de los catastróficos desarrollos que en pasadas décadas han arruinado a otras ciudades de parecidos valores, o como mal “menor” se han convertido en caricaturas de lo que fueron.
Convocatorias de concursos de este tipo son fundamentales para fijar nuevos criterios de intervención en los cascos históricos, abriendo el camino a la reflexión y al debate donde sin duda aparecerán soluciones y estrategias, tal vez hasta ahora no contempladas.
Hay que poner en cuestión modelos de actuación que en la actualidad se presentan como pautas seguras y que por el contrario están produciendo tremendos estragos en nuestros centros históricos. El derribo de pequeñas piezas para ser sustituidas por nuevas unidades, sometidas a una disciplina y normativa que contemplan exclusivamente elementos de carácter formal, están dando como resultado una arquitectura de burdo pintoresquismo, lastimosa caricatura de lo que fue el original.
No es simplemente un tema de normativas de protección. Hay que tener en cuenta que es el conjunto de estas pequeñas piezas, anónimas y aparentemente sin valor, lo que va generando la expresión y el carácter de la ciudad. Es necesario intervenir con análisis más profundos, dando sentido a cada pieza en el enorme puzzle que forma la ciudad. Hay que actuar con una extremada SENSIBILIDAD, contemplando valores que son producto de lamemoriay de la tradición, que han permanecido como invariantes en el paso de las distintas culturas.
Es necesario encontrar el punto de equilibrio entre la imagen de la ciudad, la vivienda y sus habitantes. Está claro que una ciudad de nuestro tiempo no debe quedar reducida a una bella escenografía, incompatible con las necesidades mínimas que la vivienda actual requiere. Sorprende comprobar la situación el la que viven familias, compartiendo letrinas y fogones de cocina, en infraviviendas que se reducen a recintos de no más de 15 m2, sin iluminación ni ventilación directa...
Son condiciones de vida que una sociedad moderna no debe permitir. Aquí es donde se debe producir el punto de equilibrio que anteriormente comentábamos. Hay que actuar con una enorme cautela, contemplando siempre que sea posible la CONSOLIDACIÓN y RESTAURACIÓN, dotando a estos espacios de los serviciosnecesarios para poder albergar una vida digna.
En cualquier caso lo que hay que evitar a toda costa es que tras la sustitución se vayan creando barrios, que podrían existir en cualquier otra parte del mundo, barrios fuera de la identidad y de la tradición y que nunca llegarán a tener memoria.
La identidad del lugar: referencias de nuestra propuesta
La traza araba
El vacio
El callejón como brecha en la trama urbana. el patio ... las azoteas.
Descubrimos la interesante traza de la ciudad medieval, una traza donde el vacío se convierte en el generador de la trama urbana.
El poder de la ciudad misteriosa, con un sutil juego de filtros entre la calle y la vida interior. El Callejón de la Cancela, el Callejón de los Moros, estrechas brechas de paredes encaladas. Algún hueco pequeño desvela la secreta presencia de sushabitantes. Sus proporciones impiden que el sol llegue al plano del suelo, y en orientaciones que permiten que las brisas del mar produzcan la circulación de frescas corrientes de aire.
Al final del Callejón de los Moros, un portón de chapa pintado en esmalte color tabaco destaca sobre el largo y tenso lienzo de cal.
Tras el portón, aparece el zaguán, espacio en contraluz, oscuro, a modo de filtro sin dimensiones perceptibles, un filtro oscuro que nos marca la transición entre el espacio público y el privado.
La circulación en recodo nos introduce hacia el patio, estricto y justo en sus proporciones, las necesarias para la perfecta iluminación de luz cenital, tamizada por los distintos rebotes en las paredes encaladas, y ventilación. El espacio se percibe ascendente (vertical), un vacío a modo de unión o límite entre lo individual y lo colectivo, entre la luz y la penumbra.
La proporción estrecha y larga establece la necesaria privacidad de las distintas viviendas que se vuelcan hacia él.
Entre el patio y las viviendas aparecen las corralas, como nuevo filtro de privacidad.
El espacio se transforma en forma de vida por el uso de sus habitantes, en él se refleja la vida cotidiana de las personas, todo aparece con extremada naturalidad: macetas, plantas, geranios...
Al final del patio y nuevamente en recodo aparecen las escaleras como espacio común. Visiones cruzadas, misteriosas, veladas de luz, van marcando el recorrido vertical.
La azotea, espacio que se vuelve abrir a la ciudad, en un plano horizontal que parece casi continuo, perdiéndose en el horizonte.
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