- Área: 14000 m²
- Año: 2004
-
Fotografías:Duccio Malagamba , Adrià Goula, Àlex Garcia
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Este edificio de 111 viviendas sociales forma el límite oriental de la ciudad de Terrassa, enfrentado a un parque natural de pinos y rieras secas. Esa situación periférica, de lugar muy abierto en el que se ubica el edificio, nos hizo pensar desde el principio en proveer a sus habitantes de un patio que diera una primera escala comunitaria con la que enfrentarse a ese gran vacío. El espacio interior de la manzana se convierte así en una plaza semipública, fundamental para la vida del edificio: todos los habitantes acceden desde la calle por este centro de manzana, un lugar de encuentros y cruces, con juegos para niños, maceteros de flores, bancos y una fuente. Desde ahí pasan a las porterías y a sus viviendas, en una progresiva secuencia de escalas.
Este acceso define la manzana como elemento intermedio entre ciudad y paisaje, y a su vez soluciona el traspaso secuencial entre calle y vivienda, en un esfuerzo por disolver los límites entre lo público y lo privado. Tratándose de vivienda social, de dimensiones reducidas, el proyecto propone una extensión de estas viviendas en terrazas, balcones, vestíbulos de planta baja, plaza de acceso... una serie de espacios intermedios que hacen que la vivienda no se limite solamente a su espacio interior.
Dos grandes huecos en la plaza central permiten que la llegada en coche sea por un estacionamiento abierto, con ventilación y luz natural, desde el que ya hay conexión visual con las terrazas del edificio. En estos huecos crecen tres acacias de flor amarilla, plantados en la parte más baja del terreno, que crecerán con los años hasta el nivel de los balcones del primer piso.
Todas las viviendas son pasantes, de calle a patio: así se garantiza la ventilación cruzada y tener frente hacia estas dos situaciones urbanas. Las zonas sociales de la casa: sala de estar, comedor, cocina y terraza están orientadas hacia el patio comunitario, así la casa se distribuye respondiendo a la lógica de ese patio social de acceso, llevando las zonas de dormir y de estudio, hacia las calles circundantes, más tranquilas.
Al tratarse de un barrio de nueva creación, pensamos que el edificio no tuviera que esperar a que llegara la “urbanidad”, y que se identificara desde el primer momento con el paisaje delante suyo, dialogando con él y consiguiendo así una personalidad propia. Así es como comenzamos a pensar en una fachada portante de hormigón, de mucha textura, con claroscuros, que pudiera dialogar con el paisaje de erosión y pinos que nos rodeaba. Las grandes molduras le dan más relieve y la escalan frente a ese lugar tan abierto. Visto de lejos se presenta como una gran casa, de escala unitaria, donde no sabes muy bien cuántas plantas ni cuántas viviendas tiene ese edificio... De cerca, la moldura que mide una cuarta parte de la altura de una persona, crea una complicidad con quien se acerca a él, animando a apoyarse o sentarse en su perfil.