- Área: 180 m²
- Año: 2011
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Fotografías:Felipe Fontecilla
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El 26 de abril de 1813, el Brigadier realista Antonio Pareja alojaba en una casa al costado de la plaza de Yerbas Buenas, 400 km. al sur de Santiago, capital del Reyno de Chile. Junto a su ejército, que dormía en la plaza, iba rumbo al norte, a enfrentar las tropas independentistas de José Miguel Carrera. En la mitad de la noche, el ejército patriota los atacó por sorpresa. Hubo una batalla. El Brigadier Pareja fue herido y meses después murió.
El poblado de Yerbas Buenas es célebre por el enfrentamiento que lleva su nombre, y por conservar hasta el día de hoy la estructura urbana y construcciones del Chile colonial.
El museo de Yerbas Buenas reside en la casa donde durmió el Brigadier Pareja la noche de la batalla, y surgió hace más de treinta años como una iniciativa de sus habitantes para conservar la memoria del lugar. Un prominente vecino donó un tocador, otro una mesa antigua, llegó un Cristo y una silla de coro, una pianola, varias radios a tubos, un par de espuelas muy queridas para su dueño, la guitarra de Margot Loyola, un par de sillones del Teatro Municipal, un telar de Violeta Parra, una fuente de cerámica de la tienda Cala. La colección del museo se hizo a partir de objetos de diversas procedencias. Lo único que tenían en común es que habían sido donados.
El 27 de Febrero de 2010, el terremoto que afectó la región dejó la casa en mal estado. Se nos encargó su reparación, la remodelación de una ampliación adosada hace unos años, y el diseño del mobiliario museográfico que el establecimiento nunca había tenido.
Este museo es conformado tanto por sus bienes muebles como por su inmueble. Y por todo lo que ellos puedan referir. En él se puede comprender parte de la historia de Yerbas Buenas como la memoria de sus prácticas culturales.
El inmueble, en cuanto testigo material de la Batalla, es el primer objeto a exponer. Se repararon vigas y pilares, se rehizo el piso de ladrillo y la techumbre de tejas de greda. En el área de la ampliación, se demolió la entrada existente para restituir el pórtico de la casa original como acceso del museo. Se abrió una puerta en el borde norte de este corredor, para comunicarlo directamente con el patio de entrada frente a la ampliación. El muro que separaba este patio del hall de acceso se reemplazó por un ventanal con puertas vidriadas, dejando el muro de adobe de la fachada exterior como límite visual del recinto.
En los muros del interior de la casa, se relata la historia de Yerbas Buenas desde la antigüedad hasta nuestros días, sobre paneles dispuestos a modo de exvotos, que procuran tapar lo menos posible el muro tras él.
El resto de la colección se dispone sin tocar los muros, al centro del recinto principal, en conjuntos abarcables por un solo golpe de vista, levantados sobre un podio, tras una lámina de vidrio con una forma distinta a la de la habitación, y a la del orden interior que albergan. En la superficie del vidrio se grabaron citas de los propios donantes, que relatan recuerdos de su utilización. Los objetos del museo se contemplan así desde múltiples puntos de vista, a través de sus relatos, dentro de dos elipses autónomas, cerradas sobre sí mismas.
Estos enormes fanales contienen las cosas que sus habitantes decidieron desligar de su uso cotidiano, para cargarlas de cualidades testimoniales de sus mundos. Dentro de ellos, los objetos no refieren a sus posibilidades de funcionamiento, sino a las historias asociadas a su manipulación. Son artefactos expresivos de sus atributos culturales.