Remo Dorigati, subdirector del departamento de Arquitectura y Planificación del Territorio (DiAP) del Politécnico de Milán, escribe en prólogo del libro: “…Difícilmente el arquitecto cuenta las tentativas fallidas, los caminos iniciados y no acabados, las elaboraciones poco convincentes o los accidentes casuales. Por una especie de pudor, a menudo no revela los mecanismos reales que le han llevado a definir una forma. Raramente se expresan las analogías, las asociaciones o referencias. Será el crítico quien deberá recomponer y reconstruir el camino proyectual, desviándose frecuentemente de la realidad o distorsionándola para apoyar su propia idea, las raíces de una idea que sólo revelan múltiples pequeñas pistas.
Desde este punto de vista, la conversación con Eduardo Souto de Moura ha sido ejemplar por la naturalidad con la que contaba motivos de sus elecciones; esto ha gustado mucho a los estudiantes. La descripción de su obsesión por las ventanas y la frescura con la que afrontó el tema sólo porque su cliente lo “Violentó”, muestran su capacidad, y también su voluntad, de huir del estereotipo que a menudo hace que el arquitecto sea esclavo de su “manera de hacer”.
Durante la conferencia hace mención a los siguientes proyectos: Quinta da Marinha, Cascais Portugal 1994-2000 (dos casas), Quinta da Anquiao, Fomelos, Ponte de Lima, Portugal 2001-2002 (dos casas), Estación Casa da Música del metro de Oporto, Oporto, Portugal, 1997-2005, Restauración del Museu de Grao Vasco, Viseu, Portugal, 1993-2004, Estadio Municipal de Braga, Portugal, 1997-2004 y Quinta da Anquiao, Fomelos, Ponte de Lima, Portugal.
Explicó los partidos generales, relaciones con los clientes, anécdotas y dificultadas que fueron surgiendo durante las obras. Gran énfasis pone en el tema de las ventanas, que son para el arquitecto de gran dificultad “Al diseñar una ventana no encuentro siempre las proporciones justas entre la altura y la anchura; dado el casi inexistente espesor de los materiales que se utilizan actualmente, siempre tengo miedo de que, al abrir una ventana en una pared, el muro empiece a temblar y pierda resistencia”.
Sobre la casa en voladizo Souto de Moura menciona: “La sección de la casa en voladizo no ha sido nada fácil; en un inicio pensaba utilizar una estructura en forma de A que se pareciese al ala de un avión, pero el ingeniero calculista me desaconsejó esta solución. Un día vino a mi despacho con original portabotellas y me explicó cómo funcionaba el equilibrio entre la botella y el soporte. Surgió una estructura completamente en hormigón en forma de X que empotra el forjado directamente en el terreno. ”
El libro continua con una serie de preguntas que le hacen los alumnos al arquitecto. Métodos de trabajo, importancia que le da el arquitecto a la naturaleza, papel que tiene la luz en la arquitectura, manejo de diferentes escalas, relación con clientes, etc…
Al preguntarle sobre las dificultades que se presentan durante el diseño de una obra, Souto de Moura contesta: “La creatividad de un arquitecto consiste justamente en comprender y resolver tales contradicciones. En nuestra profesión nos encontramos constantemente con problemas que hay que resolver, con errores y adversidades; la grandeza y la genialidad de un buen arquitecto consiste justamente en comprender y resolver tales contradicciones. En nuestra profesión contantemente nos enfrentamos con problemas que hay que resolver, con errores y adversidades; la grandeza y la genialidad de un buen arquitecto residen en la capacidad de gobernar las contrariedades y las adversidades.”
“Con el tiempo, ya no te preocupa si eres menos elegante o menos académico que otros, y pones más atención en la naturalidad de las cosas. En una ocasión, unos estudiantes preguntaron a Fernando Távora: “Profesor, ¿Qué es para usted una buena arquitectura?”. Távora respondió: “La buena arquitectura es aquel lugar donde la gente se siente bien”.
Al final del libro se presenta “Una interpretación de la obra de Eduardo Souto de Moura” escrita por Remo Dorigati. Para contextualizar la obra de Souto de Moura, se menciona la Escuela de Oporto, de donde son parte Fernando Távora, Álvaro Siza, el mismo Eduardo Souto de Moura y varios amigos de ellos. Dorigati explica lo que entiende como Escuela: …”Consideramos este fenómeno más como una experiencia que ha compartido el sueño de rescatar a Portugal de su aislamiento y, al mismo tiempo, no ha renunciado a la identidad histórica propia. Pensamos en una comunidad cultural y científica que con el proyecto, en primer lugar, ha marcado el orgullo de una síntesis profunda entre las mejores instancias del movimiento moderno con las peculiaridades de un hacer artesano enraizado en las tradiciones. Entonces aparecen arquitecturas liberadas de las formas históricas, pero no del profundo carácter de su cultura: la forma de disponer los edificios en el paisaje, las sutiles manipulaciones de la luz, las escalas discretas, la articulación de volúmenes y una combinación de materiales antiguos y técnicas contemporáneas. Entonces podría servir la definición de una Escuela de Oporto. Cuando pienso en Fernando Távora, que es esa enseñanza empírica hecha a base de observaciones de los comportamientos humanos y sus costumbres, de las señales que el hombre coloca en el territorio y las nuevas formas que van añadiendo, puede explicar aquello que tiene en común los tres personajes.”.
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