- Área: 310 m²
- Año: 2005
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Fotografías:Miguel de Guzmán
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Las Casas de la Juventud son el resultado de la voluntad del Cabildo Insular de Tenerife por promover y fomentar la actividad cultural y creativa en aquellos municipios de la Isla en los que cada año se ve reducido la población juvenil.
El artefacto arquitectónico se propone imponer con su programa, desde las bases del concurso, a una parcela al borde exterior del núcleo urbano, planteada desde un principio como un parque, extensión de la naturaleza circundante, y rodeado por instituciones educativas.
Comenzamos nuestro diseño con un estudio del entorno en el que se encuentra el edificio, tendiendo un lazo de comunicación y diálogo, reestructurando esos elementos circundantes y confiriendo identidad y ritmo. En lugar de diseñar el edificio como un objeto aislado, éste se concibe como vertebrador de los espacios circundantes, es decir, definiendo un nuevo espacio acorde y no simplemente ocupándolo; el proyecto no sólo responde a la propia coherencia volumétrica y funcional interna del edificio, sino que expande su influencia hacia su entorno de ubicación, entablando diálogo inclusivo con las pre-existencias del lugar.
La ubicación inicial planteada en el concurso se modifica sustancialmente, a fin de crear una colchón que amortigüe la presencia del muro de contención de la carretera, que se materializa en una rampa que, a su vez, al plegarse conforma el espacio de entrada principal al interior, calibrando la relación de unos lugares con otros.
A la hora de diseñar este edificio siempre anhelamos la posibilidad de habitar la cubierta, creando un pliegue topográfico como extensión de la masa telúrica, una nueva placa tectónica que fija y vincula el edificio al terreno. El proyecto incorpora una recreación abstracta de fragmentos de naturaleza, de suelo y de vegetación que incorpora, mediante un gesto abrazador, una porción de colina de suave pendiente que se enrosca en un movimiento centrípeto, abarcando las vistas sobre el propio edificio y sobre su entorno; se conforma así una zona paisajística circular, adquiriendo la cualidad de Belvedere al aglutinar los flujos visuales y espaciales de este entorno.
El diseño del proyecto insiste en conjugar la versatilidad, la ambivalencia y la permeabilidad insinuada en un programa juvenil calculadamente indefinido, con la voluntad de generar recorridos en espiral, que entran y salen del edificio, invadiendo los espacios interiores entre si, y proyectándolos hacia el exterior. Las puertas correderas actúan de muros móviles potenciando la capacidad de asociación de espacios y posibilitando la celebración de actividades de mayor volumen, hasta conseguir unificarlo en un contenedor de espacios múltiples.
El edificio está materializado en hormigón armado, potenciando la simplicidad de la forma prismática y la capacidad abstracta del concepto arquitectónico; su volumen hermético se abre de forma más desinhibida en la fachada frontal, convirtiéndose en un escaparate de las actividades interiores, para revelar su contenido e invitar a participar en él.
El dinamismo volumétrico queda acentuado en las remarcadas estrías del hormigón, en las líneas fugadas de la rampa exterior o en el lucernario, el cual atraviesa diagonalmente el vestíbulo principal como un quiebro de luz que comunica espacialmente el interior con la terraza-mirador; los materiales, sus texturas y colores, se concibieron como elementos que mimetizan las impresiones naturales del lugar, sintetizados en el hormigón, la madera y la vegetación.
El programa interno se divide en dos franjas separadas por el vestíbulo, distinguiendo, por una parte, una primera más cerrada hacia el exterior, donde se ubican la recepción, la oficina, los servicios y una sala de actos , y otra expuesta, donde se ubican las aulas destinadas a taller, sala polivalente y mediateca; esta franja relaciona los espacios contenedores de programa susceptible de yuxtaposición , como son estas aulas, subdivididos tanto entre si como con el distribuidor principal, mediante amplias puertas correderas; a su vez, las aulas su unifican en una terraza exterior, que sirve de nodo y contacto con el parque, en una clara búsqueda de la posibilidad de adaptación a las necesidades de cada momento y a los cambios de uso.
El distribuidor principal se concibe como espacio ambivalente, con capacidad para ser absorbido por los espacios y programas que lo circundan; su espacialidad viene caracterizada por la singularidad del lucernario que lo atraviesa y por la transparencia visual que se acentúa mediante los paramentos acristalados del acceso principal y el que se dispone enfrentado a él, abriéndolo hacia el parque.
En esta arquitectura que se expone hay algo narrativo: el continente establece una estrecha alianza con su contenido; podemos identificar el dinamismo volumétrico, por una parte, y la capacidad de los espacios tanto interiores como exteriores de ser utilizados de múltiples maneras, por otra, con la energía creativa sorprendentemente variable de la juventud.