Era tal la importancia de su existencia que nunca me dediqué a especular sobre su ausencia hasta el día de hoy.
Las obras no bastan; se necesitan sus dibujos, maquetas, y posturas para entender el lugar que Zaha Hadid ocupaba en la arquitectura mundial. Era un punto de referencia—contra-ejemplo de muchos, pastor de otros—cuyo trabajo servía de termómetro para comprender el momento político, económico, y visceral de la arquitectura en un momento determinado. Para mí, era la propuesta que hacía frente al genérico consenso de la caja blanca, abriendo caminos por encima del prejuicio y la técnica a través de una arquitectura líquida y radical.