Imagínese el siguiente escenario. Es 1902, y ante la gran sorpresa y desolación de los ciudadanos de Venecia, la hermosa torre de la campanilla de su Plaza de San Marco colapsa. Esa misma tarde, el consejo comunal de la ciudad vota aprobando 500,000 Liras para su pronta reconstrucción “com’era, dov’era” — “como era, donde estaba”. Ambos, los residentes del futuro y los visitantes podrán continuar disfrutando de esta hermosa estructura, misma que ha sido restaurada y ampliada muchas veces en el pasado.
Pero de repente una autoridad desde un lugar lejano exige: “¡Las nuevas regulaciones no permiten esto! Nuestras políticas de financiación requieren que “todo proyecto debe utilizar un diseño contemporáneo”, ya sólo se pueden utilizar estilos aprobados vanguardistas, y ya no pueden utilizar los estilos locales tradicionales de Venecia. Restaurar fielmente sería “falsificar la historia”, es “mezclar lo falso con lo genuino”, y ¡decretamos que esto genera consecuencias desastrosas!” Entonces el proyecto no se repara como era y algo completamente “contemporáneo” se construye en su lugar.