Hay dos razones principales por las que las ventanas de los barcos son redondas. Son más fáciles de sellar y, sobre todo, son más resistentes a la alta presión que ejerce el agua sobre ellas. Esto se debe a que las esquinas son los lugares donde, naturalmente, se concentran las tensiones, debilitando la estructura en su conjunto. Es también por eso que las ventanas de los aviones son pequeñas y redondeadas; las altas presiones se distribuyen en las formas curvas, reduciendo la probabilidad de grietas o roturas.
En la arquitectura, las aberturas circulares son bastante antiguas. El Oculus ha sido una característica de la arquitectura clásica desde el siglo XVI. También conocido con la expresión francesa oeil de boeuf (u ojo de buey), las aberturas circulares o semicirculares se forman a partir de la construcción de arcos de mampostería, que permiten la creación de aberturas y la formación de vanos solo mediante el cierre de las piezas. Con el paso del tiempo y la incorporación de nuevas tecnologías y conocimientos constructivos, crear aberturas rectangulares en edificios comunes se ha vuelto más sencillo, racional y económico que los redondos. Aún así, continúan figurando en una multitud de proyectos.
En la Bienal de Arquitectura de Venecia 2016, el curador Alejandro Aravena decidió reutilizar 100 toneladas de materiales descartados por la Bienal de Arte anterior para configurar el ambiente de las salas de exhibición. Además de reutilizar 10.000 m2 de placas de yeso y 14 km de estructuras metálicas, la iniciativa pretendía poner en valor, a través del diseño, algo que se desecharía como residuo. Y, sobre todo, permitió sacar a la luz una segunda observación: como arquitectos, generalmente nos limitamos a pensar en nuestros edificios durante el diseño, la construcción y, como máximo, en cómo sus partes resistirán el paso del tiempo. Difícilmente pensamos en qué será de ellos cuando sean demolidos, al final de su vida útil, y esto es algo que, con urgencia, debe entrar en el debate.
Todos los que alguna vez han construido algo; un modelo, una pajarera o un mueble pequeño, tienen una idea clara de la cantidad de cosas que pueden salir mal durante el proceso. Un tornillo difícil de apretar hasta el final, una tabla de madera deformada, una falta de atención o un error de cálculo que puede frustrar los planes de la noche a la mañana. Cuando transportamos esto a la escala de un edificio, con innumerables procesos y diferentes personas involucradas, sabemos lo complejo que puede llegar a ser una obra y cuántas cosas pueden salirse de control, aumentando los tiempos y demandando aún más recursos. Y si hablamos de un edificio que necesita flotar, ser autosuficiente, y completamente reutilizado una vez cumplida su vida útil. ¿Puedes imaginar los desafíos técnicos de construir algo como esto?
Metafóricamente, construir puentes equivale a crear nuevas oportunidades, conexiones y caminos. Los primeros puentes posiblemente surgieron de forma natural con la caída de troncos sobre ríos o depresiones naturales, y el ser humano ha estado construyendo estructuras rudimentarias para superar obstáculos desde la prehistoria. Los avances tecnológicos han hecho posible la construcción de puentes impresionantes y esculturales, que juegan un papel clave en la conectividad. Ya que habitualmente necesitan superar grandes vanos, con pocas posibilidades de soporte, estructurarlos no es una tarea tan sencilla. Sin embargo, ¿qué pasa cuándo, más que una conexión entre dos puntos, el puente es también un edificio con un programa complejo? ¿Cómo se puede estructurar?
A través de las formas, los colores y, principalmente, los elementos de la fachada, muchos arquitectos han buscado agregar una sensación de movimiento a sus obras, a pesar de ser esencialmente estáticas. Santiago Calatrava, Jean Nouvel y Frank Gehry son algunos de los maestros que logran dotar de dinamismo a estructuras inamovibles, destacando en medio de su contexto a través de artificios formales traídos desde las artes plásticas. Pero también hay ocasiones en que por motivos estéticos o funcionales los arquitectos optan por estructuras móviles que pueden aportan enormes beneficios a la obra construida.
En las películas distópicas, es común que el cielo esté rodeado por una espesa niebla, bloqueando los rayos del sol y creando una atmósfera oscura. Ya sea en los episodios de Blade Runner o Black Mirror, la falta de sol representa un futuro que no nos gustaría vivir. El sol proporciona calor al planeta Tierra y es una gran fuente de energía luminosa, fundamental para la supervivencia de muchos seres vivos. Podemos generar electricidad a partir del sol y hasta el momento aprovechamos solo una fracción de lo que nos puede proporcionar. La luz solar también regula nuestro ciclo circadiano, afectando nuestra energía y nuestro estado de ánimo. Pero los recientes incendios forestales y la contaminación industrial en algunas ciudades ya han hecho que estos escenarios sean mucho más comunes, privando del sol a una buena parte de sus habitantes. Mientras vivimos una trama que pocos autores de ciencia ficción podrían haber predicho, con la pandemia del Covid-19 han surgido tecnologías y diferentes soluciones para intentar contener la propagación de estos enemigos invisibles. ¿Puede el sol, o específicamente la radiación ultravioleta, matar virus y bacterias? ¿Y es efectivo para enfrentar el Coronavirus?
El medio ambiente acuático siempre ha fascinado a soñadores e investigadores. Alrededor de 1960, en medio de la feroz guerra espacial de la Guerra Fría, el explorador francés Jacques Cousteau desarrolló un equipo para desentrañar las profundidades del mar –como el Aqualung–, que permaneció tanto o más inexplorado que el propio espacio exterior. Él llegó a afirmar que en 10 años podríamos ocupar el fondo marino como "aquanautas", donde sería posible pasar largas temporadas, extrayendo recursos minerales e incluso cultivando alimentos. Sesenta años después, el lecho marino todavía está reservado para unos pocos, y la humanidad se ha preocupado más por las enormes cantidades de plástico en los océanos y el aumento del nivel del mar debido al calentamiento global. Pero estar cerca de una masa de agua sigue fascinando a la mayoría de las personas. Ya sea por interés o por la necesidad de ganar espacio en ciudades en riesgo de inundaciones o demasiado pobladas, en el archivo de proyectos de ArchDaily se han presentado propuestas utópicas e interesantes ejemplos de arquitectura flotante. Pero, ¿cuáles son las diferencias fundamentales entre construir casas en tierra firme y casas en el agua, y cómo evitar que estos edificios se hundan?
Los programas de cocina nunca han sido tan populares en el mundo. Ya sean de recetas, reality shows o documentales, el escritor Michael Pollan señala que no es raro pasar más tiempo mirando este tipo de programas que preparando nuestra propia comida. Este es un fenómeno curioso, ya que únicamente podemos imaginar los olores y sabores del otro lado de la pantalla, como habitualmente nos recuerdan los presentadores. Al mismo tiempo, cuando vemos algo sobre la Edad Media, los ríos contaminados o desastres nucleares, nos sentimos aliviados de que todavía no exista la tecnología que transmita olores a través de la pantalla. De hecho, cuando se trata de olores (y más concretamente de los malos), sabemos lo desagradable que es estar en un espacio que no huele bien. Específicamente en los edificios, ¿cuáles son las fuentes principales y cómo pueden afectar los olores a nuestra salud y bienestar?
Todos hemos tenido la desafortunada sorpresa de encontrar algo de moho en nuestras casas. Los indeseables puntos negros y verdosos, generalmente observados en rincones oscuros y húmedos, pueden parecer inofensivos al principio, pero plantean un problema importante para los edificios y sus ocupantes. Principalmente, porque sabemos que su tendencia es de propagarse cada vez más, contaminando otros materiales y superficies, causando un olor característico y contaminando el aire. ¿Cómo es posible controlarlo y, principalmente, evitar que surjan a través del diseño arquitectónico?
Poco se habla sobre la contribución de los andamios a la historia de la construcción. Estas estructuras fueron generalmente tratadas como mero equipamiento y, por lo tanto, sus registros son muy escasos. Sin ellos, sin embargo, sería casi imposible construir la mayoría de los edificios que conocemos. Los andamios permiten alcanzar y mover materiales a puntos difíciles en una construcción, brindando seguridad y algo de comodidad a los trabajadores. Pero además de su función como estructura de soporte para edificios, hemos visto que los andamios también se pueden utilizar para estructuras móviles, temporales e incluso permanentes. A continuación, revisaremos un poco de su historia y sus posibilidades.
Francis D. K. Ching [1] caracteriza una chimenea como "una estructura vertical incombustible, que contiene un conducto a través del cual el humo y los gases de un fuego u horno se empujan hacia afuera y a través del cual se crea una corriente de aire". Si bien sus conductos pueden estar ocultos en paredes u otras estructuras, la parte superior de la chimenea suele quedar a la vista, con el fin de llevar los gases de adentro hacia afuera, sin ensuciar el ambiente ni perjudicar la salud de los ocupantes. Al ser elementos verticales, existen chimeneas que se convierten en grandes hitos del paisaje urbano, especialmente en proyectos industriales. A la hora de dibujar es fundamental decidir el "peso" que tendrá la chimenea en el proyecto. En Casa Milá, por ejemplo, Gaudí corona el edificio con formas sinuosas y curvas con chimeneas escultóricas. Hay casos en los que la sobriedad del edificio se refleja en su chimenea y otros donde el elemento vertical busca estar lo más oculto posible. Recientemente, también, muchas chimeneas han sido renovadas para nuevos usos o nuevas tecnologías más limpias. Ya sea en un papel destacado, integrado o escondido en el edificio, revisa a continuación algunos consejos de diseño y posibilidades de uso.
Muchos de nuestros recuerdos de la infancia son de la escuela. Sean buenos o no, la mayoría de los niños y jóvenes pasan la mayor parte de sus días en las aulas o en las instalaciones educativas. Según IQAir, "cada año, los niños pasan más de 1.300 horas al interior de edificios escolares". Pero a pesar de que el mundo ha cambiado enormemente en las últimas décadas, principalmente en lo que respecta a la difusión del conocimiento a través de internet, notamos que los proyectos educacionales siguen estando, de alguna manera, muy desactualizados. Como se señala en este artículo, lo ideal sería que la tipología de los espacios educativos y la configuración de las aulas se adaptaran a formas más contemporáneas de enseñanza y aprendizaje, no necesariamente en la organización habitual de pupitres alineados con un profesor al frente. Pero es importante que los análisis no se detengan ahí. Todas las superficies y materiales tienen una influencia importante tanto en el bienestar como en el aprendizaje de los usuarios del espacio.
Poco antes de la Primera Guerra Mundial, Harry Brearley (1871-1948), que trabajaba como obrero metalúrgico desde los 12 años, desarrolló el primer acero inoxidable. Buscando resolver un problema de desgaste en las paredes internas de las armas del ejército británico, terminó obteniendo una aleación de metal resistente a la corrosión, agregando cromo al hierro fundido. La invención encontró aplicaciones en casi todos los sectores de la industria, como en la producción de cubiertos, equipos de salud, cocina, industria automotriz, entre muchos otros, reemplazando materiales tradicionales como el acero al carbono, el cobre e incluso el aluminio. En la construcción civil esto no fue diferente y pronto se incorporó acero inoxidable a los edificios.
Utilizado masivamente desde la era romana en edificios de las más diversas escalas, es casi imposible pensar en un edificio que no tenga al menos un elemento de concreto. De hecho, es el material de construcción más utilizado en el mundo, debido a su versatilidad, resistencia, facilidad de manejo, valor accesible, estética, entre otros factores. Sin embargo, al mismo tiempo, su fabricación es uno de los principales contaminantes de la atmósfera, principalmente debido a que la industria del cemento emite alrededor del 8% de todas las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2).
Más allá de su producción intensiva, al ser un material tan rígido, pesado y compuesto de cemento, agua, piedra y arena, ¿es posible continuar usando el concreto de manera sostenible después de su demolición, eliminando sus desechos y la sobrecarga de los vertederos?
Presente en la narrativa del Diluvio en el libro del Génesis, Noé habría construido un arca después de un llamado de Dios, quien decidió inundar y destruir toda la vida en la Tierra debido a la conducta equivocada de la humanidad. Solo la familia de Noé y un par de cada especie de animales pudieron entrar en la enorme embarcación y salvarse. En la Biblia, el arca se describe con las medidas exactas de 300 codos de largo por 50 codos de ancho y 30 de alto. Esta era una de las unidades utilizadas en ese momento, basada en la longitud del antebrazo, desde la punta del dedo medio hasta el codo. Un holandés que se ha dedicado a construir una réplica del Arca de Noé, sin éxito en encontrar un valor preciso en el sistema métrico, usó sus propias medidas corporales como módulo. La modulación en las arquitectura significa adaptar el proyecto a un módulo definido, generalmente a una medida base o a un material. Ya sea un metro, un ladrillo, una cerámica o un contenedor, sirve para facilitar el proceso de diseño y hacerlo más eficiente y sostenible.
En los últimos años hemos publicado numerosos artículos relacionados con la madera. Desde abordar las tendencias de su uso, las posibilidades de la madera en bruto, los diferentes tipos de tableros, la madera curva, sus acabados, hasta sus innovaciones en estructuras de edificios altos o su comportamiento frente al fuego, el tema siempre genera mucha repercusión. Concretamente, las estructuras de Madera Laminada Cruzada (CLT) han emergido como una solución altamente eficiente, además de presentar otros beneficios térmicos, sísmicos e incluso sensoriales a los ocupantes, siendo señaladas por los especialistas como el hormigón del futuro. Pero cuando publicamos artículos en las redes sociales, siempre nos encontramos con comentarios de nuestros lectores preocupados por el impacto en la tala de árboles para todos estos usos. Al mismo tiempo que apostamos por la madera como el gran material de construcción del futuro, nos preguntamos: ¿es posible seguir utilizando madera? ¿hasta que punto es realmente sostenible?
Todo niño ha dibujado alguna vez una casa. Tal vez un día soleado con algunas nubes, un árbol frondoso, una familia con un perro, pequeñas rejas de madera, o incluso un automóvil. Y es casi seguro que, en estos dibujos, los niños dibujen un cuadrado simple con un techo a dos o cuatro aguas. Este arquetipo de la casa tradicional aparece en prácticamente todas las culturas, e incluso hoy en día muchos arquitectos lo utilizan en proyectos contemporáneos.
Además de la función principal de drenar el agua de la lluvia y la nieve, protegiendo al edificio frente al clima, los techos pueden ser un dispositivo estético importante para la composición de un proyecto. En la arquitectura moderna, las losas impermeabilizadas –o techos planos– surgieron con fuerza, pero las cubiertas inclinadas siguen siendo atractivas para los clientes y arquitectos. En este artículo abordaremos los distintos tipos de cubiertas y, específicamente, el proceso de fabricación y las características de la pizarra natural.
El Edificio Monadnock, en Chicago, comenzó su construcción en 1891 y todavía se utiliza sin problemas. El edificio presenta una fachada sobria sin grandes ornamentos y una altura muy expresiva –en ese momento– de 16 pisos. Se considera el primer rascacielos construido en mampostería estructural, con ladrillos cerámicos y una base de granito. Para soportar toda la carga del edificio, los muros estructurales en la planta baja tienen 1.8 metros de espesor, mientras que en la parte superior, 46 centímetros. 130 años después, este sistema constructivo sigue en boga y permite la construcción de edificios aún más altos, con muros mucho más delgados, logrando racionalidad y economía en la obra. Pero, ¿de qué se trata la mampostería estructural? ¿cómo utilizarla en proyectos arquitectónicos? ¿en qué edificaciones se recomienda este sistema?