La artista estadounidense, Janet Echelman, es una de las más renombradas mundialmente por su capacidad de transformar el espacio urbano con esculturas a escala de grandes edificios que además, se fundan con las fuerzas de la naturaleza: viento, agua y luz. Echelman toma un material bastante sencillo, cuerdas hechas de fibra de poliéster y las alumbra con luces de colores para darle vida a sus esculturas masivas, mostrando la existencia simultanea de la luz y la arquitectura. De día, la malla de fibras sin duda destaca por su composición a gran escala, sin embargo, es en la noche cuando la luz golpeada contra cada cuerda, salta a la vista con colores brillantes, estimulando todo tipo de reacciones emotivas. Nuestros ojos son receptores de longitudes de ondas de luz, cuando estos se procesan en el cerebro, hay reacciones hormonales que toman lugar. El resultado final de la luz que llega frente a la materia, es aquella de una experiencia totalmente sensorial.
A continuación, dos ejemplos del trabajo de Echelman.