Cuando me preguntan por qué hace más de seis años viajo a dictar clases a Chiclayo, respondo que es porque considero que el futuro de nuestro país está en ciudades como esta, nodos comerciales y de servicios, que articulan la producción de diferentes pueblos y ciudades con los grandes centros de distribución a escala nacional e internacional.
Chiclayo tiene esa particularidad, por ello me refiero siempre a ella como una “gran plaza”, en el sentido de ser un espacio donde se desarrollan con intensidad intercambios de toda índole, sumando como fortaleza el hecho de ser la puerta de entrada y salida a la sierra y selva norte del país. En lugares como los mercados Modelo y Mochoqueque, desbordados de puestos y carretillas, así como en las veredas de la Avenida Balta o a la salida del Real Plaza, vemos ese gran valor aún en bruto que debe ser el principal motor de desarrollo de la ciudad.
Chiclayo también es agua, la riqueza agrícola de la provincia se debe a la ingeniería de los antiguos que supieron canalizar en forma de drenes a los ríos principales que surcan su territorio, transformando el desierto en valle; sirviendo además como desfogue para las lluvias producto del Fenómeno del Niño.
Plaza y agua, dos grandes valores que debieran caracterizar la estructura urbana de la ciudad, y que hoy, mal resueltos, son el origen de los mayores problemas que aquejan sistemáticamente a sus ciudadanos.
Hace pocos meses hemos padecido una vez más la falta de planificación y diseño urbano que ha llevado al colapso calles y barrios ante las intensas lluvias, y seguro que en un año o dos volveremos a lamentar similares pérdidas. Como siempre, ante la crisis aparecen oportunistas que intentar resolver las urgencias con parches más que con verdaderas soluciones, y como también sucede, pasada la noticia las obras se ralentizan y quedan finalmente inconclusas. Me he cansado de ver, en los años que vengo viajando a Chiclayo, obras a medio hacer, calles rotas, basura en las acequias y las calles, árboles talados, entre otros sinsentidos. En general, me he cansado de ver como la ciudad se deteriora día a día por falta de planificación e interés, siendo igualmente responsables autoridades y ciudadanos.
Si no queremos repetir la crisis generada por el reciente Niño deberíamos trabajar con urgencia en la implementación de un Plan Estratégico de obras, enmarcado en un Plan de Desarrollo Urbano que capitalice esa condición de Plaza y Agua para fortalecer su valor comercial y ambiental. De esta forma podremos transformar la mencionada crisis en energía positiva de cambio, empezando por resolver el drenaje pluvial de las calles, y aprovechando el gran valor de los canales como ejes articuladores de vida y bienestar.
Se vienen importantes fechas para los chiclayanos, El Bicentenario de nuestra Independencia y los trescientos años de fundación de la ciudad. ¿Estaremos a la altura de la responsabilidad que la historia nos demanda? Depende de nosotros, como sociedad, transformar nuestro querido Chiclayo en la hermosa ciudad que alguna vez fue, o ser responsables, una vez más, de pérdidas humanas y materiales producto de nuestra desidia e inacción. Ustedes deciden.